Las comparaciones son odiosas

18 de septiembre de 2023

Somos seres sociales y como tal, vivimos en sociedad. Al haber tantos individuos a nuestro alrededor, ¿cómo no vamos a compararnos unos con otros? ¿Y esto es malo? ¿Es bueno? Pues, como todo psicólogo, te diría: depende.

En este blog exploraré qué dicen los estudios sobre la comparación social y cómo nos afecta en nuestra vida diaria.

La teoría de Festinger de comparación social

Leon Festinger propuso la teoría de la comparación social (1954) en la que plantea que los individuos evaluamos nuestras habilidades, capacidades u opiniones comparándolas con nuestro entorno. De esta forma se reduce la incertidumbre, que como habrás sentido no es muy agradable. Si no se dispone de datos objetivos y contrastables, se usarán datos subjetivos.

Establece que existen dos tipos de comparación:

 

  • La comparación ascendente se establece con personas que creemos más capaces.
  • La comparación descendente se produce con personas que creemos menos capaces.
    Estas comparaciones van a tener consecuencias en la autoestima y en el autoconcepto.

¿Para qué sirve compararnos?

Gracias a compararnos, nos desarrollamos, nos descubrimos, nos potenciamos, nos entristecemos, nos empequeñecemos, nos alegramos y todo esto gracias a la misma acción.

Entonces, ¿qué es lo que cambia? Pues tan sencillo como el modo y el motivo por lo que lo hacemos.

Es normal que nos veamos como un pack básico de persona. Entendemos que nuestras habilidades y nuestros logros forman parte de lo que debe ser elemental en una persona. Para completar esta trampa al solitario, solemos compararnos solo con las personas que, según nosotros, son mejores y a ser posible solo en la característica en la que destacan.

Nos encontramos en la situación de sentirnos “no suficientes” para nosotros mismos porque hay gente mejor. Pongamos que debido a esto aprendemos o mejoramos en algún aspecto, sin darnos cuentas sumamos esta habilidad al pack básico y volvemos a empezar el círculo vicioso.

¿Esto no significa que estamos mejorando? Por supuesto.

¿Dónde está el problema? En que solo nos estamos enfocando en el resultado, pero no en el desarrollo o en las experiencias internas asociadas. Si la esperanza que tenemos es sentirnos plenos o ser felices, vamos mal encaminados. Este círculo nos hace sentir incompetentes, “no suficientes”. Cómo vamos a disfrutar de nuestros éxitos o de los de los demás si esto nos hace sentir mal.

En el primer caso, volvemos rápido a no ser suficiente y en el segundo a sentirse pequeño porque no es nuestro éxito. Y todo esto suponiendo que consigamos esa habilidad o logro. El hecho de fracasar en este intento puede hundirnos.

La realidad del pack básico

Centrándome de nuevo en el pack básico, planteo una realidad: No existe un pack básico de persona. Todos tenemos una historia de aprendizaje distinta, hemos recibido tantas fuentes de estimulación que es imposible que el cómputo final sea igual en dos personas. Y si así lo fuera, su vivencia de lo que le sucede sería distinta.

Entonces, ¿por qué nos surge ese pensamiento? Muchas veces no es tan importante el que se mira, sino desde donde se mira. Nuestra percepción puede seleccionar aquellos elementos que queramos, aunque no lo hagamos deliberadamente. No es extraño que una pareja o una persona que crea que está embarazada empiece a ver muchas embarazadas por la calle. Claramente, no se debe a un aumento exponencial de los embarazos a su alrededor, sino que al ser algo que le preocupa o ilusiona tiende a fijarse más en ello.

Otro elemento importante es nuestra autoestima o aquello que se ha aprendido y estimulado como elementos que significan nuestra autoestima. Pueden ser académicas, laborales o personales.

¿Qué pasa si hemos aprendido que nuestra autoestima depende en su mayor parte de la comparación y de la validación externa? Que nuestro contexto va a tener pleno poder sobre ella. Irá bien cuando haya validación externa e irá mal cuando no la haya. Es como darle a un mono dos pistolas y rezar para que falle.

¿Compararse es malo?

Es cierto que me he estado centrando en los aspectos negativos de la comparación, pero eso no significa que sea malo, de hecho, es inevitable. Pero hay que tener en cuenta los sesgos que se tienen. Como ya he comentado antes, todas las personas somos diferentes y, por lo tanto, las comparaciones que se establezcan son limitadas.

Cuando se hace comparación ascendente, hay que tener en cuenta que tenemos que abrir el foco y no centrarnos solo en que el otro es mejor. Se puede tomar como modelo de conducta para mejorar, pero sin sentir que por ello somos inferiores o “no suficientes”.

Tampoco estoy insinuando que nos tenemos que conformar con lo que tenemos y no mejorar. Pero sí que debes de aceptarte tal y como eres y a partir de ahí tirar para adelante. Hay que tener en cuenta que quien va a estar todo el rato contigo eres tú. Si no intentas aceptarte, tu camino va a ser más complicado.

Todos tenemos cosas que mejorar y podemos trabajar en ello, pero la forma es importante. Hay que aprender a ser compasivo con uno mismo cuando fracasas, que no es lo mismo que ser autocomplaciente. La culpa y los autoataques no suelen ser muy buenos consejeros cuando se pretende mejorar.

Si en algún momento te introduces en el círculo del pack básico, que antes comentaba, debes parar, abrir el foco y ser consciente de todos los logros que has ido consiguiendo.

No todas las comparaciones son odiosas

La comparación social es inevitable y per se no es negativa ya que, puede ser una herramienta para la motivación y la mejora. Cada persona es diferente y estas comparaciones tienen limitaciones y sesgos de las que debes ser consciente. Aunque la autoestima y el autoconcepto está muy influida por la sociedad, es importante hacer un esfuerzo consciente para limitar su efecto en nosotros.

Dejemos los packs básicos para las compras de ropa interior y camisetas y no lo usemos para compararnos con los demás.

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